El pasado octubre de 2021 me propuse seguir una de estas iniciativas que surgen por redes, de estos retos en los que cada día escribes, dibujas o compones algo en base a una única palabra que todos los participantes comparten. Había intentado seguir el ritmo en otras ocasiones, pero ha sido con el Taletober con el que he logrado motivarme y escribir algo casi al día. Al final terminé con 31 relatos cortos, algunos relacionados entre ellos. Así que ya va siendo hora de recopilarlos en algún lugar.
Hilo original: Taletober 2021
Los relatos están divididos en tres posts consecutivos que además también aparecen bajo la etiqueta "Taletober" y "Taletober 2021". Pero, ¡ojo! Aprovechando el poder de publicar las cosas a posteriori, he publicado este el último, pero debajo están los otros dos:
En el caso de los relatos que van ligados, como algunos los hice en días no consecutivos, he cambiado el orden de los días para que se puedan seguir mejor. ^-^
Índice:
Primera parte
- Día 1: Electricidad. 💡
- Día 2: Celeste. 🌌
- Día 3: Cerezo. 🌸
- Día 4: Hacha. 🪓
- Día 5: Capricho. 🌊
- Día 6: Caverna. ⛰️
- Día 7: Pergamino. 📜
- Día 8: Herida. 🎻
- Día 9: Búho. 🦉
- Día 10: Risa. ❤️
La luz de la bombilla se reflejaba en la mirada del joven inventor. Rebosaba alegría, contrastando con la del hombre viejo.
Se le había adelantado, pero nunca era tarde. Tras el titilar de la bombilla en un forcejeo y golpe seco, el crepitar de los filamentos devolvió la claridad a la sala. Invento en mano, el hombre se acercó de nuevo al joven.
Aún entonces, la luz de la bombilla se reflejaba en la mirada del inventor.
Día 2: Celeste. 🌌
En medio de la vorágine del mundo, ¿quién no ha deseado poder detener el tiempo?
Por fin, ese poder era suyo. Allí, en la quietud de la noche, bajo la bóveda celeste. Donde los caminos solo los marcan las estrellas y la inmensidad del vacío lo empequeñece todo. Al cobijo de un buen amigo que aleja la luz de la realidad.
Día 3: Cerezo. 🌸
El primer día que tomó ese camino se percató de la presencia del cerezo. Aterido, con sus ramas acurrucadas bajo la nieve, se mantenía erguido esperando el sol de la primavera.
Los días pasaban, pero la nieve no cesaba. El camino se hacía difícil, los días largos y las ramas cada vez más pesadas. Pero se mantenía en pie.
El último día que tomó ese camino vio las últimas gotas caer del cerezo y apreciar la victoria de los primeros brotes frente al invierno.
Día 4: Hacha. 🪓
Intentando reprimir el temblor que recorría sus brazos, asió con fuerza el hacha. En la oscuridad del sótano nadie podría ver el sudor helado que se deslizaba por su espalda, ni la tensión que se clavaba en sus hombros. No alzaría la voz, eso era de novatas.
— ¡No toques las estalactitas!
De un salto, me volví hacia la guía de la expedición.
— Lo sé, lo sé... Podría interrumpir su crecimiento con los aceites de mi piel, —repliqué, cansada de tanta prohibición—. Venga, solo necesito una muestra. ¡Es la única estalactita blanca completa que hemos visto en kilómetros!
La guía clavó su mirada en mí.
— Si hubieras escuchado las historias de los mineros... ¿Por qué crees que todas las demás son rojas?
Día 7: Pergamino. 📜
En sus manos tenía el pergamino más valioso del mundo. Había lavado, tratado, secado y limpiado la piel durante semanas. Con el trazo irregular de quien ha siglos que no escribe, decoró su superficie con las palabras más sinceras. Todas sus esperanzas residían en él.
Con las fuerzas que le restaban, lo arrojó al mar dentro de una botella. Lejos, donde nunca volvería a verlo. Lejos, donde alguien pudiera proporcionarle libertad.
Años atrás, un violonchelo había llegado a sus manos, herido de muerte. De un vistazo rápido, todos los carpinteros de la ciudad lo habrían desechado. Pero no él.
Entre virutas de madera, limas y aceites, el joven puso todo su empeño en reanimarlo. Ni siquiera entendía los garabatos de los pentagramas. Pero algo en su interior (quizá fuera el dolor del alma quebrada) lo impulsaba a repararlo.
Día 9: Búho. 🦉
Nadie entra ya al Bosque de los Vientos. Los extranjeros culpan a los bandidos que allí habitan, pero en el pueblo sabemos que no es así. Esos bandidos no existen.
Incontables aventureros se han adentrado por los senderos salvajes del Bosque. Cuando cae la noche, todos cerramos puertas y ventanas. Nadie quiere escuchar el ulular de los Búhos.
Los pocos que regresan del corazón del Bosque solo son capaces de articular una frase.
Cuando lo conoció, se enamoró de su risa. De sus pequeños sobresaltos al descubrir una receta nueva y cómo se apresuraba a probarla. Pero hacía siglos que aquel sonido se lo había llevado el viento.
...
Más relatos en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario